Reseña del libro «Mi pájaro rojo», por Carlos Samaniego

Todos somos Genoveva Calleja

Autor: Carlos Samaniego
Almería, septiembre de 2016

Un cambio profundo está anidando a nuestro alrededor, que aún no acertamos a entender bien, pero que nos afecta directísimamente. El mundo que conocimos cuando éramos niños tiene poco que ver con la realidad que ahora impera en la mayoría de los ámbitos humanos: sociedad, economía, tecnología, educación, medio ambiente, valores humanos y otros. La velocidad de cambio con la que se suceden los descubrimientos científicos y las nuevas aplicaciones tecnológicas es alucinante. La población crece, rondando los 8.000.000.000 de habitantes, rompiéndose constantemente las marcas de la demografía humana. Todo se mueve a un ritmo trepidante, sin que percibamos el incremento de velocidad porque vivimos atentos a nuestros vecinos, a nuestra familia y a nuestro trabajo, y los sucesos más alejados nos llegan como una borrosa mancha de luz a la que intentamos dar sentido para que nos sea lo más lógica y familiar posible, a sabiendas de que es caótica e imprevisible.

Todo se mueve ahora vertiginosamente en nuestro universo tridimensional, como si quisiera crecer y aumentar el tamaño de las paredes y los rincones.

Este primer siglo del tercer milenio está revolucionando “la realidad” que conocíamos hacia algo enigmático; aunque antiguas tradiciones, como el Calendario Maya, aseguran que hemos entrado en una era de luz, atravesada por oleadas de fotones procedentes del Sol Central de la galaxia, que nos baña poniendo del revés todo lo que parecía inmutable.

“Mi pájaro rojo” parece un libro más de los muchos que vieron la luz en 2015. Publicado por la editorial Tinta Mala, puede adquirirse en Amazon fácilmente. Su autora: Genoveva Calleja, merece una especial atención, porque “Mi pájaro rojo” es en realidad algo más que un libro. Quien lo lea con atención descubrirá que se trata de un dispensador de protones retropropulsados de polaridad cuántica (ciencia ficción al estilo Stark Trek ), capaz de abrir portales hiperdimensionales en el espacio profundo, para llevar al lector a instantes claves del tiempo.

¿Pero cómo puede conseguir abrir esas puertas sin artilugios complicados? Si quiere saberlo, empiece a leer por la página 13 y déjese llevar por las ondas de la corriente superficial de un agradable y, en apariencia, inofensivo relato, como si estuviera flotando en un río de montaña, que en su descenso le llevará a sorprendentes sensaciones.

Genoveva se nos presenta como una persona sencilla, que ha tenido el atrevimiento de saltar por encima de su realidad y después ha vuelto a repetir la pirueta en múltiples ocasiones y de diferentes maneras. Es una mujer como la mayoría, con las mismas posibilidades y limitaciones que todos, que nos regala su experiencia de vida para que tomemos buena nota de los milagros que suceden a diario. En este sentido, todos somos como Genoveva, capaces de despertar, saltar y movernos a otro estado del ser parecido pero diferente desde donde mirar y entender con mayor perspectiva nuestra propia vida y la misión en la que estamos metidos hasta el cuello. Genoveva nos cuenta a donde la están llevando sus saltos cuánticos y como se las arregla para avanzar, caerse y levantarse otra vez. Dos pasos adelante y uno atrás.

Con un testimonio genuino y autentico, nos fotografía las puertas que ha atravesado con aparente sencillez; puertas que siempre han estado cerradas para millones de personas y que ahora empiezan a ser transitables casi para cualquiera que se atreva a traspasarlas.

El suyo es un viaje iniciático que comienza en España, crece en los Estados Unidos y continua en Suiza. Pero hablar aquí de geografía física es engañoso, porque a donde verdaderamente nos lleva no es a lugares físicos sino a estados de consciencia avanzados, en los que uno “sabe” que ha llegado porque se lo dice el corazón, aunque no tenga ni idea de cómo lo ha conseguido, ni si será capaz de volver de nuevo.

Su vida avanza por un cauce salpicado de dificultades, casualidades fortuitas, alegrías y disgustos… hasta que descubre otra dimensión superpuesta y es capaz de entrar y salir de ese plano invisible con la misma facilidad con la que bajamos a tomar un café al bar de la esquina.

Sus páginas te atrapan suavemente, porque sabes que lo que cuenta es lo mismo que a ti y a mí nos sucede muchas veces, pero como pasamos por delante de las cosas importantes deprisa, sin mirar ni entender lo que nos rebota dentro… ¡nos lo perdemos! Es un mundo mágico, lógicamente explicado, pero al mismo tiempo somos ametrallados por sutiles sensaciones de nuestro campo áurico a la velocidad de la imaginación, llevándonos a estrellas supermasivas o a los agujeros de gusano de nuestra historia personal. Basta que posemos nuestra atención conscientemente sobre algo, para que sus partículas subatómicas se expandan con vida propia en millones de fractales.

“Mi pájaro rojo” es un libro lleno de trampas y falsos escalones escondidos, que pueden hacerte caer en un vacio del que no podrás volver a salir como entraste. Aunque sus inocentes anécdotas, relatadas como los cuentos de hadas que se leen antes de dormir, podrán llevarte ante las puertas que esconden los secretos fundacionales de la humanidad, que algunos semidioses traviesos nos han ocultado para poder pastorearnos temporalmente a su gusto, como un dócil y obediente rebaño en una gigantesca granja a lo largo y ancho de varios continentes.

¿Quién soy? ¿Quién he sido? ¿En qué me convertiré mañana? ¿Cuál es mi propósito aquí y ahora? ¿Cómo lo estoy haciendo de bien o de mal?

Si puedo entender y dar significado a lo que estoy haciendo en esta encarnación, siguiendo esa especie de guión cinematográfico que ahora interpreto y que yo mismo escribí para mí-aquí en un bucle anterior de tiempo.

Si me es posible ensanchar mi consciencia cotidiana más allá del espacio-físico y del tiempo-ilimitado, hasta caer en la cuenta de que el cosmos no tiene límites ni fronteras para mí.

Si puedo lo uno y me es posible lo otro, entonces es que puedo saltar más allá de lo conocido y regresar manteniendo la misma forma pero henchido de luz.

Genoveva es una exploradora de vidas pasadas que sabe moverse por los vericuetos y pasillos de la maquinaria cuántica que nos lleva a la memoria y al recuerdo semiborrado de nuestra esencia inmortal. Sabe que algunas heridas actuales se curan entendiendo y re-viviendo con ojos amorosos lo que le pasó a ese que soy yo ahora que fui entonces; repitiendo aquí lo que entonces no conseguí aprehender de dicha experiencia.

Cada día que pasa, los diques de contención de la cárcel de la consciencia humana colectiva ceden y se resquebrajan, y sus grietas y fisuras amenazan con anegar la constreñida realidad en la que habitamos, suponiendo, según nos dice la ciencia oficial, que sea la única posible. El Telediario de las 9 se esfuerza -cada vez con menos éxito- en asustarnos con noticias siniestras, pero las almas viejas que hemos experimentado miles de veces este mundo de energía densa que ahora termina, ya podemos pasear sin obstáculos a la luz del día, proclamando nuestra condición y naturaleza.

Tras permanecer mucho tiempo escondida, la sabiduría ancestral está dando la vuelta al viejo modelo basado en la supervivencia. La Biblioteca Viviente que es la Tierra se abre de nuevo a todos. Ahora toca descubrir el eslabón perdido de la protohistoria de este planeta. Llamar por su nombre a nuestros colonizadores y a las grandes civilizaciones humanas anteriores al 10.000 antes de Cristo que convivían con grupos extraterrestres, a los que debemos una parte esencial de nuestra dotación genética, mitológica e intelectual.

La hipnosis regresiva aporta conocimientos sobre nuestra historia álmica individual y, por extensión, la de toda la humanidad. La sabiduría primordial está a nuestro alcance si sabemos abrirnos interiormente. Estamos a medio camino de lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño en el centro del universo. Yo con mi libre albedrio escojo hacia dónde quiero ir, sabiendo que puedo llegar tan lejos como quiera. Pero para dominar mi poder, primero tengo que saber quién soy, adquirir consciencia de mi magnificencia y cuantos milenios llevo en el tercer planeta de este Sol. Y entonces sabré de lo que soy capaz y lo haré.

Algunos relatos en arcilla comienzan hace 450.000 años, con el inicio de la hominización, y otros son incluso anteriores. La raza humana vista desde una amplia perspectiva espiritual participa en una especie de superliga deportiva interestelar conocida como el Gran Juego, en el que recordamos y olvidamos una y otra vez, intentando elevar el nivel de consciencia desde la materia más densa hasta los niveles más sutiles de luz; todo ello, en una espiral danzante de luces y sombras de eones de antigüedad.

Estos conceptos nada tienen que ver con las historias que nos han contado y repetido para intentar adormecernos y mantenernos cautivos en la creencia de que la materia es lo único que existe, alimentándonos con historietas basadas en el miedo, la muerte y que somos los únicos seres inteligentes del cosmos. Genoveva nos invita a escaparnos de nuestra cárcel personal para abrazar una consciencia que no conoce la muerte y se extiende más allá del tiempo.

Sus regresiones se inspiran en las tradiciones chamánicas e hipnológicas de dos de los mejores maestros de Hispanoamérica (Aurelio Mejía) y Estados Unidos (Dolores Cannon), combinadas siguiendo su propio criterio. Lo que más (o lo que primero) deslumbra al salir de las ataduras del cuerpo físico es la iridiscente luz liquida de la que estamos hechos y como interaccionamos lúcida y bondadosamente unos con otros.

Los animales chamánicos de poder con los que se cruza la autora a lo largo de su vida son fascinantes e inspiradores: la libélula, la mariposa negra, el cardenal rojo, y, sobre todo, su perrita Pulga aquel frio día de invierno que se le escurrió de entre los brazos para quedarse a su lado para siempre al otro lado del velo. ¿Quién no tiene, o no ha tenido, en su vida una mascota con la que ha compartido profundos sentimientos más allá de las palabras? Todos estamos estrechamente conectados unos con otros. Animales, plantas y minerales.

Conocí a Genoveva este verano en un programa de formación residencial del Instituto Monroe en el precioso pueblo de Arzentales, cerca de Bilbao. Pero fue unas semanas más tarde en las playas de Almería cuando tumbado en la arena del amanecer, contando nubes y gaviotas, me sumergí en la magia de “Mi pájaro rojo” y sobre sus alas volé hasta la incontenible energía del gran Amazonas en su desembocadura oceánica, donde sigo aprendiendo a volar y bucear a los dos lados de la realidad, empapado hasta los huesos por una lluvia de fotones que casi no se ven.

Genoveva nos invita a ir más allá de lo que se puede ver con los ojos, sea cual sea nuestro punto de partida. Seguro que pronto emprenderá nuevas expediciones acompañada de otros buscadores que abrirán este planeta a energías basadas en el amor, encontrándonos por fin con otras inteligencias intraterrestres y extraterrestres que siempre han estado aquí.